Cuando escribo, plasmo todo lo que pienso. Escribo como si él nunca fuera a leerlo. Porque nunca lo hará. Cada secreto, cada observación, todo mis recuerdos, los escribo en una carta. Cuando termino, la sello, pongo la dirección, y la guardo en mi caja de sombreros.

No son cartas de amor precisamente. Mis cartas son para dejar de sentir amor por esa persona. Son para decir adiós. Porque después de que he escrito la carta, ya no me consume el amor.

Puedo comer mi cereal y no pensar en si a él le gustan las bananas en su cereal o no; puedo cantar canciones de amor y no pensar en él.

Si el amor es como una posesión, tal vez mis cartas sean mi exorcismo. Mis cartas me dejan ser libre. O se supone que deberían de. 

Traducidos por el foro Libros del Cielo